En el Día del Idioma

In many Spanish-speaking countries, April 23 is el Día del idioma (Spanish Day). The day is in honor of Miguel de Cervantes, but also of the Spanish language and its wealth of literary and cultural history. Let’s take time to celebrate the richness of Spanish’s history and its cultural roots—in all the various communities Spanish has come into contact with over the centuries.

En muchos países de lengua hispana se ha instituido la celebración del español el día 23 de abril, en homenaje al más conocido y reconocido de los autores en esta lengua: Miguel de Cervantes Saavedra, autor de obras teatrales, poemas y, sobre todo, las aventuras del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, considerada la primera novela moderna, en español y en cualquier otra lengua.

No obstante, Don Quijote no marca el origen ni el final del español, sino una cúspide casi en la mitad de su historia. Desde las Glosas emilianenses y silenses, comentarios breves de manuscritos clásicos, escritos en los márgenes en una lengua que claramente ya no era latín de monasterio ni visigodo, pasando por las Jarchas, esas deliciosas canciones de amor a medio camino entre una lengua romance y el árabe de los moros, para pasar luego por el impulso increíble de Alfonso X, El Sabio, que consideró que la sabiduría acumulada hasta su época merecía ser traducida también a ese protoespañol conocido entonces como “romance” y así poderla difundir fuera de las bibliotecas de monasterios, mezquitas y sinagogas. El mismo año del descubrimiento de América, 1492, se publicó la Gramática de Antonio de Nebrija, sentando las bases normativas de una lengua romance por primera vez. Y fue él quien, al entregar el tomo a Isabel la Católica, le dijo: “siempre la lengua fue compañera del imperio”, pues ya el imperio romano había ido de la mano del latín, y la lengua árabe junto con el poderoso y extenso imperio árabe. Una nación necesitaba una lengua como vehículo de su ley y su cultura.

El español cruzó el océano en las carabelas de Colón, y los conquistadores que lo siguieron después, como bandera de la Conquista. Y aunque sí dominó y sometió a las lenguas indígenas americanas, estas dejaron sus injertos en la de los recién llegados, que luego retoñaron y echaron raíces. Así como llegaban a América La Celestina o, más adelante, El Quijote, había intérpretes indígenas que se afanaban por tender puentes entre conquistadores y vencidos, buscando equivalencias, maneras de describir en una lengua lo que llegaba de otra, o tomando términos prestados. Ese contacto abrió las compuertas de todas esas lenguas y, aunque muchas desaparecieron, otras florecieron en nuevas variantes, incorporando elementos que venían de lejos. Ese español americano, producto del mestizaje del castellano del Siglo de Oro con el náhuatl, el quechua, el guaraní, el maya, el taíno, y en menor medida otras lenguas indígenas, floreció luego en autores como Sor Juana Inés de la Cruz, cuya lectura feminista ha llegado a ser relevante para todo el mundo hispanohablante a pesar de hablarnos desde el siglo XVII.

Siglos más tarde, en pleno proceso de construcción de las identidades nacionales de Hispanoamérica, un criollo letrado se lanzó a escribir una gramática que tuviera en cuenta ese sincretismo lingüístico: la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos de Andrés Bello, publicada en 1847, y que sigue viva y en uso en escuelas de todo el continente. En el punto 4 de las Nociones preliminares de su Gramática, Bello define su importancia:

Siendo la lengua el medio de que se valen los hombres para comunicarse unos a otros cuanto saben, piensan y sienten, no puede menos de ser grande la utilidad de la Gramática, ya para hablar de manera que se comprenda bien lo que decimos (sea de viva voz o por escrito), ya para fijar con exactitud el sentido de lo que otros han dicho; lo cual abraza nada menos que la acertada enunciación y la genuina interpretación de las leyes, de los contratos, de los testamentos, de los libros, de la correspondencia escrita; objetos en que se interesa cuanto hay de más precioso y más importante en la vida social.

En el mundo de Bello y en el nuestro había contacto entre idiomas. En nuestro blog pretendemos buscar respuestas para los problemas que actualmente enfrentamos con el uso del idioma en los Estados Unidos, siguiendo los ideales de Bello.

Sin importar la inmensa extensión geográfica del otrora Imperio Español, donde en plena colonia jamás se ponía el sol, nos hacemos entender de un extremo a otro, aunque unos hablemos una variante más teñida de taíno y andaluz, de náhuatl y extremeño, de guaraní o quechua, o del inglés en los Estados Unidos o el portugués a lo largo de la frontera de los países hispanohablantes con el Brasil. ¡Cuánto mejor si a esa posibilidad de entendernos le agregamos la claridad que presta el conocimiento de la gramática, para no solo entendernos sino entendernos bien! Para que de este contacto cercano y a veces desigual con el inglés, el español salga fortalecido, enriquecido. Y que así como en Latinoamérica han aparecido García Márquez, Paz, Neruda, Cortázar o Vargas Llosa, al norte del río Grande se consoliden movimientos literarios en español capaces de crear y pintar sus mundos y conflictos y personajes, como el escritor chicano Miguel Méndez Morales. Porque el lenguaje, el idioma que hablamos, no solo nos permite comunicarnos sino también mirarnos desde afuera y, por tanto, definirnos para construirnos desde dentro. Así como fue bandera de conquista, también puede serlo de resistencia, raíz de la identidad y la cultura. Como dice José Antonio Villarreal, uno de los precursores del movimiento chicano: “Creo que como escritor he contribuido mucho más a la comunidad chicana y al movimiento chicano de lo que hubiera podido como activista político”[1].

¡Mientras estemos unidos por este eslabón común, celebremos esta diversidad de pueblos y hablantes capaces de entendernos con un solo idioma, y que este sea tan flexible como para moldearse según tantas realidades y ofrezca tantos recursos que le permiten mantenerse vivo, mil años después de esas antiguas glosas y jarchas!

[1] Juan Bruce-Novoa, La literatura chicana a través de sus autores. Siglo XXI, México, 1999.