Órale, ándale, híjole: ¿errores o regionalismos?

En 1955 se escuchó por primera vez en Estados Unidos la frase célebre de Speedy González, “¡Ándale! ¡Ándale! ¡Arriba! ¡Arriba!”[i]. La traducción al inglés que muchas fuentes le adscriben a esta expresión dista mucho de una correcta: Go on! El equivalente más cercano, en el contexto del nombre del personaje y de la trama de la caricatura, sería Hurry Up! Tal vez es por ello por lo que se le critica mucho. ‘¡Ándele!’ se utiliza con frecuencia en México y en Centroamérica, al igual que muchas otras palabras a las que se les agrega la partícula ‘le’ al final del verbo. La teoría más cercana para explicar esta irregular, pero aceptada, morfología dicta que los mexicanos la utilizamos como una orden, así que podríamos bautizarla como ‘imperativo a la mexicana’. No obstante, también agregamos este expletivo a otra categoría de palabras, lo cual explicaré más adelante.

Por ahora diré que el origen de estas expresiones es dudoso, pero han formado parte del léxico mexicano por varias décadas. Analicemos un par de ellas:

Verbos

Los personajes de la famosa serie El chavo del ocho las usaban. Por ejemplo, encontramos en su discurso expresiones como “Sí, ándale”, que por un lado podría significar que se implora que se haga algo (¿Sí, por favor?) o es una confirmación de algo con lo que se está de acuerdo (Sí, tienes razón), o que en eso justamente se estaba pensando (Sí, exacto). Hasta el coro de la canción “Taca la Petaca”[ii] en el episodio titulado “La romántica historia de Juleo y Rumieta”, del programa El chapulín colorado, dice así: ‘Ándale y retaca taca taca taca la petaca’; lo cual quiere decir algo como: ‘vamos, apúrate, haz la maleta ya’.

Nunca olvidaré que en mis años universitarios trabajé en un restaurante de la colonia Polanco de la Ciudad de México; el dueño, un ingeniero muy “leído y escribido”, me decía ‘¡píquele!’ todas las mañanas en que se me hacía tarde para ir al banco. Lo que quería decir era: ‘¡apúrese!’.

Córrele, muévele, apúrale, pícale, síguele, vuélale, pásale, estúdiale, juégale, báilale son otros vocablos con el verbo conjugado en imperativo para la segunda persona del singular (tú o usted) a los que se les agrega la voz ‘le’ con el fin de expresar un exhorto a hacer algo. A esta partícula también se le conoce como ‘pronombre dativo’ (véase este concepto en el artículo de Romina Marazzato Sparano que lleva por título “El niño no me come y otros dativos problemáticos”).

Uno de mis predilectos, por su picardía, claro está, es ‘chíngale’, el cual se forma del idiosincrático verbo ‘chingar’, y el pronombre enclítico ‘le’. Su significado es variado, pero en general expresa ‘ponte a trabajar’. Y sí, es de estilo malsonante, así que no recomiendo su uso en un ámbito profesional.

Interjecciones

La India María, personaje ficticio de María Elena Velasco, que sufría situaciones de clasismo, racismo y discriminación por ser indígena, tenía una frase famosa: “Pos, ora, ¿qué te traes?”. Confieso que mi palabra favorita es ‘órale’, la cual no es otra cosa más que la versión corta (aféresis) de ‘ahora’ con la adición del clítico al final (ora + le), y que, como lo menciono anteriormente, no agrega ningún significado: solo tiene valor expresivo. Originalmente, ‘órale’ también se usaba como una orden para hacer alguna actividad, pero con el tiempo fue adoptando otros significados. Los mexicanos, tanto dentro como fuera de nuestro país, la utilizamos según la situación; por ejemplo, si mi mejor amiga se sacara la lotería, mi respuesta sería: “Órale, ¡qué chido!” O si veo a alguien hacer algo inapropiado, podría decir: “¡Órale, que feo!” Cuando mis hijos no lavan los platos del día, simplemente les digo: “¡Órale, eh!” O si quedo con mis amigas para tomar un café, mi confirmación consiste en un sencillo ‘Órale’ (Yilda diría ‘listo’, porque es de Colombia).

La palabra ‘híjole’ se forma de ‘hijo’ y ‘órale’[iii]. Se utiliza para denotar admiración, sorpresa o preocupación. Germán Valdez, quien inmortalizó al personaje Tin Tan, hacía uso amplio de estas expresiones. En un episodio del programa de El chavo del ocho, dice: “¡Híjole! Como si fuera un retrato de mí mismo, pero más feo”, cuando se encuentra con Don Ramón, protagonizado por su hermano, Ramón Valdez. Mi teoría es que se fueron uniendo estas dos palabras para economizar, dado que probablemente la expresión completa era algo como: ‘hijo de la […]’ más ‘¡órale!’, que de por sí denota admiración. “Quihúbole, mi chato”, una frase del inolvidable Mario Moreno “Cantinflas”, es otro ejemplo de estas voces. Se forma de ‘qué hubo”, o la versión corta y fusionada ‘quihubo’ (a veces también sin la ‘h’: quiubo), más el enclítico ‘le’. Al decir ‘quihubo’ estamos preguntando ‘¿qué hay de nuevo?’, por lo tanto, es un tipo de saludo que se usa en situaciones muy informales. Cualquiera de las dos puede tener el significado de “¿Qué está pasando?” en situaciones que causan sorpresa. Entre los demás vocablos utilizados con el mismo fin se encuentran ‘újule’ y ‘ándale’.

El vocablo ‘épale’ es similar al que explico anteriormente, aunque el DLE dice que se usa “para detener o avisar de algún peligro”; en algunos países, como Colombia, se usa para expresar sorpresa.

Tras este humilde análisis y el hecho de que estas expresiones son aceptadas en México y en la mayoría de los países de América Central, puedo concluir que se trata de regionalismos, y no de vicios de lenguaje ni errores. Tal como los modismos que se originan en otros países, los de México y Centroamérica no dejan de ser simplemente eso y, por lo tanto, forman parte de la idiosincrasia lingüística del país o región.

[i] http://www.criticalmediaproject.org/cml/media/speedy-gonzales-mexical-shmoes/

[ii] https://www.youtube.com/watch?v=e3zhxqwmPa4

[iii] http://etimologias.dechile.net/?hi.jole